Aunque bien lo oculte, no puede mi propio ego pasar por alto esa ausencia que corrompe mis días con pesares absurdos.
He podido marcar mentira tras mentira con el sello de mi sonrisa, la cual a todos parecía encandilar. Eso es bueno para que no molesten, a menos que me agrade esa molestia en algún momento, puesto que su pesadez, a veces cansina, podía llegar a ser un buen parche contra la ausencia de sentimientos.
Pero me giro, busco la verdad y no la encuentro. Palpo mis facciones, y sólo siento el áspero tacto de una máscara plagada de risas y sarcasmos. No puedo arrancarla de mí. No puedo escapar de ese latir que escucho segundo tras segundo.
Intento gritar, y de mis labios brota el silencio.
Caigo de bruces al suelo.
No hay nadie que me auxilie, nadie que quiera saber cómo estoy, y en el fondo... no me importa.
Imagen: Debi S.
Texto: Debi S.